Estos han sido los días que trabajé la semana pasada. No es que los becarios tengamos vacaciones ni mucho menos, simplemente es que este “finde” no me ha tocado trabajar y tenía dos días por ahí del anterior, que sí lo hice.
Cuatro días por Ortigosa, en los que celebrábamos las fiestas de nuestra patrona, la Virgen del Carmen, cuatro días en los que ha habido de todo: reencuentros, fiesta, degustaciones, lluvia, mucho calor…
Este verano –de momento- no ha aparecido Alejandro Sanz a visitar las cuevas y pasar unos días como lo hiciera en 2004. Por aquel entonces estaba de gira y tenía concierto en Logroño. Pero sí que se ha dejado caer a visitar las cuevas uno de los hermanos Matamoros. Ya sé que no es lo mismo, Alejandro al menos canta bien y tiene pelo. Cuando lo conocí me dio la impresión de que era un tipo cercano y agradable. No he tenido ocasión de conocer a ninguno de los Matamoros, y sinceramente, tampoco es que me apetezca mucho.
En las fiestas no se ha dejado caer en esta ocasión Pedro Guillén –reconocido médico de la plantilla del Real Madrid, con casa en el pueblo- pero sí que lo ha hecho Eduardo Sánchez Junco , dueño de la revista ‘¡Hola!’ . Este gurú de la prensa rosa se acercó como cada año a las Fiestas del Carmen acompañado de hijos, nietos, y demás familia. Bajó con trece de estos últimos a la plaza a correr el toro de fuego, de casualidad tropecé con él. Digo de casualidad porque el toro de fuego no es tan peligroso como un Cebada Gago de San Fermín, pero casi. Hay que estar muy atento a los movimientos del bicho, más bien del bicho que encarna el cometido de dirigirlo, con sus cohetes y sus chispas saliendo de la cabeza del animal.
¿Por qué Ortigosa? Porque el padre de su mujer, su suegro, era de allí. Se compró una casita, más bien se la regaló a su mujer por su cumpleaños. Yo soy de las que piensan que lo importante es el detalle, a mí me regalaron una colonia y la recibí con tanto cariño como seguramente recibió la esposa de Eduardo su casita. Y por aquí los tenemos todos los años.
El día 8 de agosto -conviene recordarlo- viene al pantano de Ortigosa uno de los personajes que pasará a los anales de la historia del deporte por sus proezas acuáticas: David Meca. Una pena que caiga en viernes y no pueda asistir a darme un bañito por aguas cameranas. Pero no me quiero adelantar a los acontecimientos que nunca se sabe, nunca se sabe…
Hoy ha sido un día entretenido, con el bueno de Justo –el fotógrafo, para quien no lo conozca, que por cierto hoy han salido sus fotos de la danza de Anguiano, una en portada- conduciendo por tierras cameranas, pero en esta ocasión ha sido por el Camero Viejo. Nuestro cometido: llegar a un campamento de personas cuya función consistía en adecentar, limpiar y restaurar las huellas de dinosaurios de Hornillos. Una hora de viaje para llegar al lugar en cuestión, otra hora para regresar a la civilización y entre medio, 30 minutos de charla con los restauradores. ¿Por qué cuento esto? Porque me han recordado un poco a nosotros, los becarios. Entusiasmados con cualquier cosa, igual que a mí me pasa con ir a visitarlos a ellos y hacerles cuatro preguntas, ellos quitando cuatro hierbajos y trabajando duro sin descanso. Desde las ocho de la mañana hasta la una del medio día y desde las cuatro hasta las siete de la tarde, domingos incluidos. Sólo un chico -de las cinco personas con las que he hablado- obtiene un beneficio diferente: cinco créditos y medio que le da su universidad. A mí y a muchos de los becarios la nuestra no nos da ni los “buenos días” por hacer las prácticas, no hasta tercero. Es lo que tiene ser de primero y tener dieciocho años –sí Tío Martín, todavía sigo teniendo dieciocho, ¿increíble no?-, muchas responsabilidades y pocos derechos.
Es gratificante ver como hay personas que se ilusionan, que comparten sus aficiones, y les apasiona lo que están haciendo aunque ni los domingos tengan un rato para sí mismos. En este punto los becarios de La Rioja les llevamos ventaja: no todos los findes trabajamos, y cuando lo hacemos, podemos librar esos dos días más adelante.
En conclusión: aunque no nos den créditos, aunque tengamos dieciocho años, aunque nos tengamos que patear La Rioja entera para escribir cuatro o dos mil líneas, lo importante es la ilusión con al que -al menos yo- desempeñamos nuestro trabajo y, por supuesto, pasarlo bien.
Mañana cenita de la Asociación de Prensa de La Rioja en las bodegas Franco Españolas, allí nos veremos seguro todos. Los becarios de deportes incluidos. Tú también Maitechu, tú también.
María Malo